Contigo aprendí a no mostrar mis puntos débiles, a no dar mapas sobre cada acto que me hiere ni mostrarme débil ante quien no siempre tiene interés de mí. Aprendí a ser egoísta en cuanto a lo que creo que me conviene y a no basar mis decisiones en emociones temporales.
Aprendí a no posponer actividades y planes por querer que alguien más esté presente, a no esperar palabras de aliento ni felicitaciones por algún logro y a terminar un mal día sin un abrazo. Aprendí a motivarme y a disfrutar en soledad las películas que yo elija.
Aprendí a mirar la luna y las estrellas sin pensar en alguien, a elegir el vestido más bonito para recibir un piropo de mí misma. Aprendí a caminar con seguridad por las calles y a ser más precavida. Esto anterior no lo aprendí de ti, más bien lo aprendí ante tu constante ausencia, ¡y no sabes cuánto lo agradezco!.

Aprendí a amar mis momentos libres y aprovecharlos en actividades para mí, desde leer un libro, ver una serie, salir a dar una caminata, hacer ejercicio, escribir, dibujar, cantar, consentirme… ¡aprendí que no es nada malo pasar sola algún domingo! y que pedir comida a domicilio para una, es igual de delicioso.
Y no, todo esto no te lo debo a ti. Creo que a fin de cuentas cada quien elige qué hacer con lo que sucede en su vida, cada quién elige qué dirección tomar, qué lección aprender y qué provecho sacar de los buenos y malos momentos. Cada quién elige si quiere quedarse estancado o si quiere aprender y avanzar.
La vida nos pone las oportunidades ahí y nosotros decidimos si tomarla, y yo tomé la oportunidad de sacar lo bueno de todo aquello que nos faltó y todo aquello que no te importó. Agradezco lo mucho o poco que me diste de ti y me agradezco haber sido tan fuerte.
Eso aprendí de ti: a olvidarte, a no necesitarte… ni a ti ni a nadie más.
Escrito por: Mayeli Tellez