Cuánto tiempo ¿no?, cuántas lágrimas, cuánto encierro, cuánta soledad y cuánta reflexión me costó hoy tener el valor de escribirte una vez más… nuevamente.
¿Estás bien?, de corazón espero que así sea.
Se dijo mucho, quizás no todo la última vez que nos vimos.
Te agradecí lo vivido, los momentos tan bonitos que me regalaste, las risas, los besos, los abrazos, los sueños que no se concretaron pero que cuando se pensaron me hicieron sentir que esto era verdadero, que ahí a tu lado era mi sitio pero entre todo y tanto, ¿te agradecí la valentía que mostraste cuando decidiste que nuestra historia de amor ya no daba para más?
Parecía una historia que no habría de tener punto final pero lo tuvo, lo que me confirmó que efectivamente nada dura para siempre aun cuando esté tan metido en la mente y el corazón, aun cuando lo tengas impregnado en cada centímetro de la piel.
Pero descuida, esto no es un reproche, te mentiría si te dijera que jamás me pasó por la cabeza tomar la decisión que tomaste tú, la diferencia es que jamás tuve el valor porque siempre opté por la opción de echarle más ganas, de jugármela, de dar un poco más aun cuando en ocasiones me faltara hasta el aliento.
No te reprocho que inesperadamente un día despertaras y decidieras no continuar más caminando de mi mano. No te juzgo por creer que ya no valía más la pena luchar por nosotros porque en más de una ocasión, lo pensé, sin embargo, luego pasaba algo entre nosotros que me hacía sonreír o me hacía feliz y pasaba a pensar totalmente lo contrario.
No pretendo convencerte. Esto no es un intento mío desesperado por recuperarnos. No diré que nos faltó mucho por vivir aunque si sea el caso. Tampoco diré que te has equivocado porque puede que no sea así. Pero entre tu verdad y la mía se encuentra el hecho de no querer seguir pasando los días llorando, las noches en vela, los días en el último rincón de mi habitación, la esperanza de que regreses encendida, ¡ya no más!, prefiero vivir todo ello pero aceptando que en verdad es el final, que no regresarás y esconder cada recuerdo en el lugar más recóndito de mi ser, solo así saldré a flote menos ilesa de lo que saldría de seguir pensando que esto solo es una pausa.
Nos hicimos tantas promesas… y al final 89 de 100 no se cumplieron, es momento de aceptar que a estas jamás se les dará el mismo valor por ambas partes, espero al menos poder cumplir con la que me he hecho a mí misma: la de avanzar sin que tus decisiones interfieran más en mi vida. Sin que lo que hagas o dejes de hacer haga el mínimo ruido en mis días.
Te mentiría también si no acepto que me dueles, duele lo que fue y ya no será más, ¿cómo se deja ir de la noche a la mañana a quien te sacaba mil sonrisas y ponía a tu corazón a danzar?
Qué triste pensar que no tuvimos ese final ¨trillado¨ del que muchos hablan o vemos en películas. Ya ni siquiera me es posible mirar nuestras fotos porque todo lo que fuimos se convierte instantáneamente en lágrimas, me dicen: ¨¡sé fuerte!¨, y lo soy, ¿no lo ven?, me he aguantado las terribles ganas de tomar el teléfono y llamarte para decirte cuánto te echo de menos y cuánto me gustaría no haberme tenido que despedir de ti jamás.
Pero al final sé que no sería justo para ninguno de los dos así que solo me resta agradecerte por marcharte, por no permitir que continuara pendiendo de un hilo, de mi cobardía por no aceptar que hace tiempo habíamos llegado a nuestro final y el resto de la historia se continuaba escribiendo como relleno de mala calidad.
Agradezco que te marcharas, porque al hacerlo me has dado la oportunidad de encontrarme a mí misma y descubrir que la felicidad comienza justo aquí, conmigo.
Escrito por: Stepha Salcas
© ᴅᴇʀᴇᴄʜᴏs ʀᴇsᴇʀᴠᴀᴅᴏs
LIBRO A LA VENTA ¨LA VIEJONA AGRIA: AMAR EN TIEMPOS DE COBARDÍA¨.