¡Ni puta, ni zorra, soy la Otra!

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Condenada a ser culpable de dañar un hogar, sí, un maravilloso hogar, de dos personas que una vez se amaron y juraron amor eterno,  hogar que se destruye poco a poco , un hogar que hoy llora  desconsoladamente por la ausencia de ese hombre que amaba a su esposa y que por dejarse llevar por el ego absurdo en el que viven todos los hombres, de considerarse más hombre por tener más mujeres, ¡ay por favor! en un mundo en el que hoy vivimos, necesitamos de una compañía para toda la vida, un abrazo quizá en tiempo difícil, un beso en la frente indicando que todo estará bien, un apretón de manos que nos impida cometer errores y una vejez más tranquila al lado de tu compañera o compañero fiel, un hombre de verdad es aquel que reconoce y aprecia el amor incondicional, es aquel príncipe que toda hija quiere tener y no un depredador irracional que solo busca satisfacer su idea errónea de ser más hombre que sus amigos, una competencia donde sale victorioso el más insensato e incrédulo.

Soy culpable por ser esa ilusa entrometida, que estaba a punto de tocar el cielo pero preferí el infierno; lo conocí tarde pero lo conocí, todo era tan perfecto, todo en nosotros encajaba, estaba cegada con sus detalles, en su forma de mirarme, de sonreírme, el roce de su piel con la mía era la gloria, una nueva ilusión en mi vida se había creado y aunque sabía de su esposa e hijos, preferí dejarme llevar por el intento, por mi corazón, mis emociones, no quería escuchar mi parte racional, me enamoré perdidamente y lo preferí muchas veces.

Pero como toda historia con mal comienzo tiene su final, era cierto que ese mundo desdichado, era un solo juego en el que la única que salía perdiendo era yo o tal vez él, por tener una tercera persona en su vida, yo sabía dentro de mí que él no me quería y lo comprobé. Se alejó de mí y está viviendo una vida caóticamente solitaria, un vagabundo mendigándole amor a su digna esposa.

Sin duda alguna me arrepiento profundamente y con lágrimas en mis ojos le escribí una carta a ella.

Señora:

Señora de Giraldo, Quiero confesarle que me arrepiento de todas las noches que pasó con desvelo esperando la llegada de su esposo,  me duele el alma en pensar que le arrebaté a sus hijos el padre que ellos necesitaban, sabía perfectamente como lo amaban y añoraban el tiempo que él me regalaba, por cada lagrima que usted derrama, Dios en el cielo me reprocha y cumple con su justicia divina, mis días son cada vez más tristes y desolados, siento que el mundo quiere comerme a gritos, con señalamientos, insultos, mi vida se convirtió en viral, en un mundo virtual en el que nadie se salva si comete un error,  así que cerré mis redes sociales, ya no tengo amigos y mi familia me mira con otros ojos,  me voy lejos a empezar una nueva vida por que la anterior está arruinada, soy culpable sin objeción alguna, pero quiero que usted más que el mundo entero, no me condenen con todo el peso de la dignidad, sin antes saber que todo lo hice porque estaba perdidamente enamorada del hombre equivocado, no soy un peligro para la sociedad como quieren verme, solo me enamoré en el momento equivocado y con un hombre casado.

No siendo más me despido y espero que algún día pueda perdonarme.

Atentamente: La otra de Giraldo.

Por: Karen Gil