Olvida lo eterno

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No somos eternos. Para suerte del mundo y desgracias nuestra, este recorrido es casi tan fugaz como un parpadeo. Aprendemos con esfuerzo y con caídas para alcanzar aquel ideal que nos forjaron y al que dimos forma, creyendo que al fin comprenderemos aquellos cientos de cosas que terminan siendo cada vez más confusas. Y esa ha sido mi vida, pensar de más todo lo simple y bifurcar mi ideología entre conceptos contradictorios. 

He creído en lo infinito mientras limito mis expectativas. He soñado con querernos siempre mientras me preparo para el final inminente. Y no es que desee verte partir, pero me he obligado a aceptar todo lo que venga y a comprender que a fin de cuentas somos humanos; equivocarnos, herir y marcharnos es parte de lo que somos.

Y el tiempo podrá quitarme todo, menos las experiencias que he vivido. Todo menos los aprendizajes, el fantasma de las sonrisas que adornaron mi rostro y cada emoción que me hizo enchinar la piel. El tiempo puede quitarme la piel lisa, la espalda recta y la fuerza del cuerpo, puede quitarme también algunos recuerdos, lugares, cosas y personas… pero no cada experiencia aferrada al cuerpo que me ha hecho ser como o soy.

Es por eso que te pido más. Algo más que prometer amor eterno y comernos a besos después del atardecer, algo más que planes futuros sin bases sólidas o la obligación de decir al menos un Te quiero al día. Todo eso solo endulza el oído y se va con el aire como partículas de polvo. Quiero más y no hablo de compromisos, no hablo de juramentos. 

Quiero conocer tus historias, miedos e ideas. Quiero escuchar tus pensamientos hechos palabras, que me asombres y  me hagas replantear la forma en que veo ciertas cosas. Quiero saber lo pasa por tu cabeza, por más ridículo o cruel que sea. Permitirnos ser tontos, ser vagos, ser jóvenes. Tener miedo, llorar y después reírnos. Ser reales y sentir que sea lo que sea que pase con nosotros, no habrá nada que nos quite lo que vivimos. 

Y aunque el amor acabe o la vida nos destiña, aunque el maldito mundo apunte con el dedo o cientos de kilómetros nos dividan, ¡aunque nosotros mismos nos demos la espalda y no queramos volver a vernos!, nuestra historia permanecerá ahí, en algún rincón de la mente y alguna parte del pecho. Quizá no más infinito que el universo mismo, pero sí tan fuerte en medida de lo que somos. 

Olvida lo eterno, dame algo real; después de eso, te marchar.

Escrito por: Mayeli Tellez